La que se avecina

Me apropio del título de una conocida serie de televisión. Era cómica. Esta columna será más bien trágica o, por lo menos dramática, pues no soplan buenos tiempos para nadie. Fue Fernando Arrabal quien popularizó aquello de «¡El milenarismo ya ha llegado!» ‒seguro que lo recuerdan‒ en un programa de televisión dirigido y presentado por mí. Razón llevaba, por más que anduviese pasado de copas o precisamente por eso. In vino veritas, se ha dicho siempre. Así es. Tal cual. El milenarismo se hizo carne y ya habita entre nosotros. El miedo, por no decir el terror, cunde, se nota en el ambiente, en las actitudes, en las conversaciones, en las decisiones, en las manifestaciones de la gente, igual que lo hizo el 31 de diciembre del año mil, cuando las muchedumbres se agolpaban en las iglesias rezando y esperando a que sonara la hora final. El futuro no es lo que era y seguramente nunca volverá a serlo. El pasado, menos, pues sí lo que se avecina es, como dicen los pastores y perros guardianes del rebaño en el que quieren convertirnos, una nueva normalidad, apañados vamos. Si mala era la antigua, y causante en no escasa medida de lo que ha sucedido, esa ambigua y absurda yuxtaposición de dos palabras que se contradicen ‒la normalidad, si es nueva, ya no es normalidad‒ significa que jamás recuperaremos casi nada de lo mucho que el viento del coronavirus se llevó. Disculpen mi pesimismo, pero lo estamos viendo ‒¿rebrotes? No. Segunda oleada, aún más intensa que la anterior‒, y hay que estar muy ciego para negarse a verlo. Un nuevo fantasma recorre el mundo, igual que a comienzos del peor siglo de la historia universal, el vigésimo, el que precedió a éste, lo recorría el comunismo tal como se lee en la primera frase del célebre Manifiesto escrito por Marx y Engels en 1848. Me refiero a la colapsología o ciencia que estudia el inminente, según sus valedores, colapso del sistema industrial, laboral y económicoen el que todavía, al menos en teoría y por los pelos, vive el mundo actual. Esa ciencia nació en Francia hace aproximadamente un lustro, acuñada por un profesor universitario, Yves Citton, en un libro al que puso por título Generaciones colapsonautas. Dentro de poco, en el mes de septiembre, de cara ya a la Feria del Libro de Madrid, que si todo va bien se celebrará entre el 2 y el 18 de octubre, la editorial Arpa publicará otra obra, consanguínea de la ya citada y de título aún más explícito: Colapsología, de Pablo Servigne y Raphaël Stevens. Siempre en Francia, el ex ministro de Medio Ambiente Yves Cochet acaba de publicar Avant l’effondrement (Antes del hundimiento) en el que, analizando la situación creada por la pandemia, vaticina el desplome generalizado de todos los parámetros de la sociedad y de los valores morales imperantes en ella hacia 2030, como muy tarde. «Todo está llegando antes de lo que esperábamos», asegura, «aunque todavía es demasiado pronto para saber si es demasiado tarde». Pablo Servigne añade que la repentina y vertiginosa crisis suscitada por el coronavirus revela hasta qué punto nuestra sociedad se ha vuelto hipervulnerable debido, por ejemplo, entre otras muchas cosas, a la dependencia alimentaria de fuentes de aprovisionamiento lejanas. La historia, según él, y no es opinión que admita mucha vuelta de hoja, demuestra una y otra vez que las tres principales causas de mortandad masiva son las guerras, las enfermedades epidémicas y las hambrunas. Y que las tres, como es obvio, se retroalimentan. Actualmente, dice, «tenemos una pandemia que puede llevar a otros choques, a guerras, a conflictos geopolíticos o internos y a hambrunas. Y si se da una hambruna, seremos más vulnerables a otras pandemias». Ya están aquí los tristemente célebres   caballos del Apocalipsis estabulados, hasta que alguien los suelta, en la no menos famosa Caja de Pandora a la que Javier Sierra ha dedicado su última y muy reciente novela, que, al calor de la lampante colapsología, encabeza ya las listas de los libros más vendidos. Otro síntoma de lo misma es la repercusión y el éxito alcanzados por esa serie de televisión, difundida por Filmin, que lleva el título de «El colapso». Es, desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, y a mi falible entender, mediocre y excesivamente tremendista, pero pone el dedo en la llaga de algo que, pese a su exageración, es verosímil. Los colapsólogos creen que la pandemia del Covid-19 escenifica el inicio del fin de la historia de la humanidad tal como hoy la conocemos y señalan la convergencia, la coincidencia, de tres crisis simultáneas: la sanitaria, la económica y la ecológica. Mal arreglo tienen las tres. El asedio de los virus, atizado por la promiscuidad del crecimiento demográfico y de la globalización, y por la insensatez de los políticos, no sólo va a seguir, sino que se va a intensificar. La economía actual, basada en el delirio de que es el dinero y no el trabajo lo que produce riqueza, difícilmente saldrá de apuros. En cuanto a la ecología… Batalla perdida. Hemos traspasado ya todas las líneas rojas del deterioro del ecosistema, que a los colapsólogos, y a mí, nos parece irreversible. Las medidas con las que, a medio plazo, pretenden atajarlo son ridículas, demagógicas, ineficaces, inaplicables y meramente volitivas. La realidad es la que es y no, como los progres y sus adláteres pretenden, la que a sus ojos debería ser. Así las cosas, por mucho que nos duelan, deberíamos resignarnos, como mínimo, a admitir la evidencia de que el desarrollo industrial y económico ha terminado, de que conviene frenarlo, de que más nos vale retroceder, mirar el retrovisor, acatar su itinerario y ser, o intentar ser, o volver a ser, como decía Hemingway en la última frase de París era una fiesta, más pobres y más felices. El día 26 de julio inauguré el trigésimo Encuentro Eleusino en Segovia con una charla a la que puse el título de «Enantiodromía. Corriendo hacia atrás». Enantiodromía ‒perdón por la palabreja‒ significa eso: correr en sentido contrario, transformar algo en su opuesto… O sea: aprovechar el impulso del enemigo, sacar fuerzas de flaqueza, ver en la derrota una oportunidad y comprender que una crisis es también una puerta que se abre. Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda que tras su umbral se abre. Ya lo dijo Machado: hora es de escuchar las viejas palabras que han de volver a sonar. Tal es el mensaje, discutible, ¿cómo no?, que hoy quería transmitirles. La Retaguardia suspende con este número su publicación hasta el mes de septiembre. Quizá vuelva, quizá no. Depende de que consigamos un mínimo de financiación. No necesitamos mucho, pero sí lo suficiente para pagar dos exiguos sueldos de ésos que ahora se estilan. El director y la subdirectora de este semanario, en el que muchos colaboran gratuitamente, no pueden vivir del aire. ¿Enantiodromía, entropía, continuidad? Ya veremos. Que la canícula les sea leve y lo que se avecina también.  

5 comentarios sobre “La que se avecina

  1. Dios mío, todos los dias anteriores, no leyendo, sino devorando todos los números anteriores de La Retaguardia, feliz por haber encontrado mi periódico ideal dentro de este marasmo, cuando me entero de que cierra este verano, y existen algunas incertidumbres respecto a su futuro. Me quedo muy preocupada, aunque espero y deseo que las puedan resolver. Les deseo un muy merecido descanso. ¡No desfallezcan, por favor!

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  2. Si este humilde comentario ayuda a animarles para seguir adelante con este maravilloso proyecto…aquí queda. No soy dada a escribir ni a enviar comentarios. Intento evadir el loco mundo de la redes y de las interacciones públicas. En esta ocasión hago una excepción solo para enviarles fuerza y ganas de seguir. Voces como este periódico son más necesarios que nunca en este momento de caos y extraña no-normalidad. Querer no es poder al 100% pero si un 80%. Los proyectos con alma logran sobrevivir. El corazón, los valores, la ilusión y el compromiso son un pulmón más poderoso que el dinero y los inversores…Busquen fórmulas diferentes. Propongan opciones a sus lectores. ¿Cómo podemos ayudar? Al fin y al cabo, ayudar-les es ayudar-nos. Que este descanso estival sea fructífero en este sentido. Así lo espero. Buen descanso!!

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  3. Don Fernando, organice un «crow-funding» creo que se escribe así… una forma de donación online donde si no se llega al objetivo, se devuelve íntegro el dinero al donante y que permite financiar un medio como este de forma sencilla a sus usuarios, entre ellos yo, que ya participo en el (crow-funding) de La Voz de César Vidal… ánimo. Saludos

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  4. Le escribe aquí un humilde lector que le está muy agradecido por su iniciativa de crear este periódico y por la información y artículos de calidad que tenemos el placer de leer. Si me permite una sugerencia, utilice algún método de crowd funding que le puede permitir mejorar a nivel de financiación. Espero que vuelvan en Septiembre, mucho ánimo y gracias.

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